EL MISMO CAMINO DE TODOS LOS DÍAS

Empecé El mismo camino de todos los días, con expectativas dadas por la excelente novela de Adamesteanu, Una mañana perdida. Pero el mismo camino... es una de sus primeras obras, y se nota. Es una novela muy bien construida, que, como dice Borges, no merece la menor objeción, y no genera el menor entusiasmo (o algo así). Narra el crecimiento de Letitia Branea, partiendo de su adolescencia en una ciudad de provincias, donde vive con su quejosa madre y su resignado tío (su padre parece estar preso, pero de eso no se habla mucho). Hay una abundancia de descripciones ("Era uno de esos días de verano que vuelven en forma tardía y sin motivo en el mes de octubre. El sol, luminoso pero más frío, anunciaba el otoño y mi soledad se diluía en el silencio de las calles. El intenso azul del cielo se reflejaba en las ventanas y así se quedaría hasta las tarde, sin que el bochorno engañoso del mediodía alterase su color"..., y así sigue por media página. El género de iniciación sentimental no me suele gustar, lo aclaro. Y esto fue un factor más que determinó mi desgano y demora en terminar la lectura de esta novela. Le otorgo tres y no dos estrellas porque la redacción del libro, aunque aburrida, es impecable.