Venenos de Dios, remedios del diablo

Sidonio Rosa llega de Portugal a una pequeña localidad en Mozambique, para ocupar el puesto de médico. Aceptó este puesto para poder buscar a Deolinda, que parece haber retornado a su pueblo, después de haberlo hechizado con su amor. Sidonio (o Sidueño, como lo llaman), dentro de sus actividades para atender una extraña epidemia, visita la vivienda del los padres de Deolinda, Bartolomé y Munda, y la historia adquiere un tono farsesco, lleno de respuestas ingeniosas y abundante juego de palabras. - Yo le preguntaba, doña Munda, sobre su marido... - Está muy mal. Tiene ya toda la sal esparcida por la sangre. - No es sal, es diabetes. - El lo niega. Dice que si él es diabético, yo soy diabólica. - ¿Siguen discutiendo? - Afortunadamente, sí. Ya no tenemos otra cosa que hacer Éste estilo sigue a lo largo de gran parte de la novela. Y a medida en que va creciendo la confianza, comienzan a aparecer ciertas confidencias, algunas destinadas a desmentir una anterior, pero con la acumulación de revelaciones y desmentidas, que van revelando que detrás de la farsa, hay una historia compleja y dramática, cualquiera sea la versión que se tome. Una novela que disfruté mucho, ya que tiene ingredientes que me suelen gustar; con una extraña belleza, y por la que se camina sin ninguna certeza respecto a su resolución. Me pareció muy buena. Mía Couto nació en Angola en 1955, en el seno de una familia de origen portugués, y es uno de los autores más importantes de su país y de África, con una importante bibliografía.